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CIEN MIL PERSONAS EN EL FORO DE BOMBAY

(17/01/04)


Por Alicia Cytrynblum
Desde Bombay

Casi 100 mil personas de 3 mil organizaciones sociales de 132 países del mundo llegaron a Bombay, en India, para intentar, durante cinco días, dar forma a una alternativa más humana y más justa al orden mundial, a la globalización económica y a la desigualdad Norte-Sur. El cuarto Foro Social Mundial –que se lleva a cabo en forma casi paralela con el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza– es un experimento social sin precedentes. Es un espacio de convivencia y de construcción democrática que involucra a un increíble catálogo de la diversidad humana: casi todas las etnias, las culturas, las vestimentas y las lenguas están representadas aquí.
Las grafías del hindi, del chino, del árabe son algunas de las que pueden ser reconocidas más fácilmente en los carteles de todo el recinto. Del mismo modo es posible acceder a comida tailandesa o vietnamita en alguno de los puestos al aire libre mientras se ven pasar delegaciones de brasileños, filipinos, banderas de minorías sexuales alternando con grupos de monjes vestidos en bordó, en campaña para la liberación del Tibet. Este encuentro anual, que hasta ahora se realizó en Porto Alegre, Brasil, por primera vez tiene lugar en Asia. En la inauguración, Chico Whitaker, uno de los organizadores del Foro brasileño, explicó que el traslado a este continente por este año responde a la necesidad de ampliar la base del movimiento que el Foro Mundial está generando alrededor del planeta. La guerra contra Afganistán e Irak y la construcción de “la pared” entre Israel y Palestina decidieron que el militarismo, el antiimperialismo y la búsqueda de la paz se hayan transformado en los ejes principales.
La globalización y la seguridad económica y social, el acceso al agua potable, la seguridad alimentaria y la pobreza, y los temas de género e infancia ocupan la mayoría de los plenarios. Al tradicional lema del foro: “Otro mundo es posible”, que suena como un mantra en cada rincón, este año se agregó: “¡Y urgente!”

El afuera y el adentro

Nada más adecuado que la prisa por el cambio efectivo cuando este encuentro se celebra en un país con 1045 millones de habitantes, donde casi el 30 por ciento, nada menos que 300 millones de personas (un poco menos que la población de toda América latina), está excluido de toda protección social y donde el 48 por ciento es analfabeto. El siglo XXI definitivamente no llegó para todos, pero es especialmente esquivo para los Dalits o los “intocables”.
Este grupo está fuera de las cuatro castas reconocidas por la tradición de la India. La discriminación es tan grande que ni siquiera son considerados una casta, son simplemente “los descastados”. Este sistema, que condena a millones de personas a limpiar baños o hacer los trabajos peor remunerados por generaciones (nadie puede casarse con alguno de otra casta), aunque es ilegal, goza de buena salud y es claramente palpable en las calles. Es posible ver a familias enteras viviendo en una suerte de carpas hechas de chapas y telas a los costados de las calles, en las rutas o encima de los basurales a orillas de lagos increíblemente contaminados. También se los encuentra rondando los hoteles de lujo con sus niños a cuestas, en muchos casos exhibiendo enfermedades o problemas físicos severos en búsqueda de algunas monedas para sobrevivir. A pesar de esta enorme desigualdad y la falta de acceso a todo tipo de información, por el trabajo de las ONG han logrado organizarse desde Bombay y se espera que llegue una delegación de 30 mil personas a exponer su situación en el foro. Un periodista indio, contrario al sistema de castas, explicó que una de las razones que ha permitido a los Dalits comenzar a rebelarse contra esta condena ancestral es que muchos de ellos están abandonando el hinduismo –que los hacía aceptar mansamente su realidad– y se están convirtiendo al budismo, cercanos al Dalai Lama.
A pesar de todo, es difícil decir que se trata de un país pobre. India es el segundo productor mundial de software y cuenta con ciudades como Bangalore y otras, que son una especie de Silicon Valley asiático donde se produce conocimiento muy rentable. Además, las exportaciones superan los 45 mil millones de dólares y, si sostienen un crecimiento anual del 5,5 por ciento, esperan representar el 1 por ciento de las exportaciones del comercio mundial para el 2007. Bombay, que es la ciudad más industrial y cosmopolita de la India, tal vez sea lo más parecido al infierno que exista sobre la tierra. La desigualdad más extrema y el lujo coexisten en forma pacífica enredados entre miles de rickshaws (pequeñas motos convertidas en taxis donde caben hasta tres personas), bocinas permanentes y coches que se cruzan entre sí y, por herencia de la ocupación inglesa, conducen del lado derecho. A los ojos occidentales es casi milagroso que no haya accidentes a cada minuto. La polución y la cantidad de vendedores ambulantes son otros puntos difíciles de la ciudad. Como contrapartida principal figuran la sonrisa de los niños y la profunda mirada oscura de todos los indios.
Este es el contexto donde se celebra este encuentro internacional. Por el contrario, en este espacio el clima es de fiesta, de encuentro y de profunda alegría. La sensación es que algo está pasando, que algo nuevo se está cocinando en el mundo. Aquí conviven en partes iguales la esperanza por un mundo más inclusivo con el espíritu de lucha de contenido fuertemente antiimperialista y antinorteamericano. En la sesión de apertura, la escritora Acundathy Roy, autora del best seller El dios de las pequeñas cosas, dijo que no es suficiente con condenar la invasión a Irak sino que se debe elegir dos empresas norteamericanas y hacer un boicot internacional.
En ese mismo plenario, la Premio Nobel de la Paz y activista iraní, Shirin Evadí, llamó a una nueva comprensión de los derechos humanos “que haga eje en la dignidad, que es en nuestros días arrebatada por la pobreza. Sin ello no habrá futuro”, aseguró.
La democratización, además de un objetivo temático, es también el estilo de este movimiento. Un ejemplo de esto puede verse en la sala de prensa, donde es posible compartir todas las notas que se producen para que todos los medios masivos y alternativos tengan la posibilidad de acceder a todo lo que está pasando aquí en cada momento. Esto ha recibido el nombre de la Ciranda, que en portugués significa “Ronda” y es un espacio virtual donde se coloca las notas de los 2 mil periodistas de 45 países acreditados hasta el cierre, el 21 de enero. Otra muestra es que no se vende agua mineral envasada sino sólo la que se filtra en este lugar y la comida es preparada por una organización social. Se utiliza únicamente software libre en las computadoras y hay 13 lenguas oficiales: hindi, marathi, tamil, telegu, bengalí, malayam, español, inglés, francés, coreano, bahasa, indonesio, thai y japonés. Las dimensiones del evento son realmente impactantes, cada sesión alberga a unas 9 mil personas sentadas, acomodadas por alguno de los 800 voluntarios de 30 países distintos y se puede acceder a las traducciones simultáneas que realizan algunos de los 200 traductores.

Argentinos en la cita

Aunque, por la distancia y el precio del pasaje, casi no hay argentinos y muy pocos sudamericanos a excepción de los brasileños, la Argentina estuvo representada desde el primer momento: “Quiero traer el compromiso de los 30 mil desaparecidos de la Argentina que lucharon por estos mismos principios que se presentan hoy en este encuentro”, dijo Nora Cortiñas, presidenta de Madres de Plaza de Mayo - Línea Fundadora, en la conferencia de prensa inaugural, y agregó: “Quiero pedir por un mundo en que estemos todos y terminemos con el neoliberalismo que condena a los niños al hambre. La deuda externa no es de los pueblos y no debe ser pagada por los pueblos. Este sistema empezó con la desaparición de personas en mi país y en los últimos años produjo un terrible genocidio y exclusión. Gente del mundo, luchemos contra el imperialismo y digamos presente”. Y esto recién empieza.



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