EL GOBIERNO DE LULA PAGA EL PRECIO DE LA ORTODOXIA ECONOMICA
(26/07/03)
Paulo Nogueira Batista es uno de los más respetados economistas brasileños, profesor e investigador de la Fundación Getulio Vargas y miembro del Consejo Superior de Economía de la FIESP (la Federación de Industriales de San Pablo) y columnista del diario Folha de San Pablo. En una entrevista con Clarín, resumió algunos de los dilemas que enfrenta hoy la economía de Brasil:
—¿Cuáles son las perspectivas de Brasil bajo el gobierno de Lula da Silva?. ¿Es necesario mantener esas tasas de interés tan altas cuando hay síntomas de recesión en Brasil?
—En sus primeros seis meses, el gobierno de Lula ha hecho una política sorprendentemente ortodoxa. Esa política sacó al país de la terapia intensiva financiera, terminó la crisis de desconfianza que existía y consiguió controlar el rebrote inflacionario. Todo esto se logró con una política fiscal y monetaria muy apretada. Pero aún cuando el país consiguió salir de la terapia intensiva financiera, entró en una crisis real, con una caída acentuada de la producción industrial, tasas de desempleo crecientes, caída de las ventas en el comercio y una caída de la renta media de los trabajadores. Ese movimiento de la economía real genera una reacción social y política contraria a la política económica del gobierno, especialmente, a las altas tasas de interés. —¿Cómo se hace para crecer con tasas de interés tan altas y semejante apriete fiscal como el que existe en Brasil? ¿Es posible?
—La política adoptada hasta ahora no conduce al crecimiento, todo lo contrario, conduce a la recesión. Ya produjo una recesión en el sector industrial y puede conducir a una recesión más amplia que afecte otros sectores de la economía.
—¿Esta política alejó la crisis financiera o lo que hizo fue apenas postergarla?
—La política adoptada, que no incluye sólo una política fiscal y monetaria apretada sino también la adhesión del gobierno Lula a reformas conservadoras como es el caso de la reforma previsional, contribuyó bastante a atenuar el gran temor que había sobre el futuro de la economía brasileña y la victoria de un candidato de izquierda. Pero usted tiene razón en un cierto sentido: esas políticas son tranquilizadoras pero no resuelven el problema de fondo.
—Usted menciona que este plan económico sacó al país de la terapia intensiva financiera. ¿En qué se ve?1
—En que hay una mejora de los indicadores financieros. Pero hay que decir que es un fenómeno que trasciende a Brasil. Tiene que ver con la situación de los mercados financieros internacionales y las políticas monetarias de los países desarrollados, especialmente de los Estados Unidos, que provocan una salida de las aplicaciones en el centro y crean un movimiento especulativo, de duración muy incierta, en los mercados de alto riesgo.Hasta abril de este año, Brasil tenía una situación de aguda escasez de oferta de capitales, con dificultades incluso para refinanciar la deuda interna. Ese cuadro cambió de modo sustancial desde entonces, por la entrada de capitales volátiles. Pero ese fenómeno no es exclusivamente brasileño.
—¿Por qué el empecinamiento del equipo económico de mantener las tasas de interés tan elevadas?
—Creo que esto es un error de evaluación. Las últimas semanas quedó muy claro que hay deflación y no solo en los precios mayoristas sino también en los índices de precios al consumidor. En consecuencia, hay señales de mayor recesión y desempleo. Pero creo que hay también hay señales de inflexión. Lula habló de espectáculo de crecimiento y Palocci dijo que los tres objetivos eran crecimiento, crecimiento y crecimiento. Esto marca el fin de una primera etapa en la que el discurso fue: credibilidad, credibilidad y credibilidad.
—¿Pero cuál es la realidad, al menos hasta ahora?
—La realidad es que las metas de superávit fiscal primario y de restricciones monetarias fueron más rígidas que las negociadas con el Fondo Monetario Internacional. La tasa de inteerés no sólo es elevadísima sino que encima va en aumento en términos reales, por la deflación. Y lo que también bloquea un crecimiento es la valorización del real. Nada aporta entonces al crecimiento y mucho menos para el "espectáculo del crecimiento" del que habló el presidente Lula.
—¿Quién es el verdadero ministro de Hacienda, Palocci o Meirelles, el presidente del Banco Central?
—Lo que puede decirse es que el ministro Palocci es un político, que se cercó o fue cercado, por un equipo ortodoxo. Podría haber sido un equipo de Fernando Henrique Cardoso. Y querer hacer política de crecimiento con él es como contratar un cocinero chino para hacer comida italiana. Lo que veo es un conflicto entre el discurso de Lula y la forma del equipo económico. También veo ese conflicto entre el cambio de discurso del ministro Palocci y su propio equipo.
—¿El gobierno de Lula corre un riesgo parecido al gobierno del ex presidente Fernando de la Rúa?
—Una sombra que pesa sobre el gobierno de Lula es lo que llamaría el "síndrome de De la Rúa". Hay hasta un asunto que me ha llamado poderosamente la atención. Lo que deflagró el inicio del deterioro del gobierno de De la Rúa fue su pelea con el vice, Carlos Alvarez. Bien, en Brasil, los que hicieron catalizar la reacción social contra la política económica ortodoxa fueron los pronunciamientos del vicepresidente Marcelo Alencar en demanda de la baja de la tasa de interés. Esa es una semejanza inquietante.
—¿Y el gobierno de Lula no temerá la experiencia de De la Rúa?
—El gobierno no desconoce en absoluto lo que fue esa experiencia. Todo lo contrario. Pero ellos pueden ilusionarse diciendo: "Con nosotros todo es diferente porque no existen las amarras del cambio". La gran diferencia real entre uno y otro proceso es que el modelo Cavallo-Menem era mucho más rígido que el de Fernando Henrique Cardoso, aún cuando ambos fueran de la misma familia.
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