CASLA - NOTÍCIAS


La crisis radical (del radicalismo argentino)

(19/01/03)



El escándalo de las elecciones internas desnudó las dificultades para sobrevivir de una institución centenaria. La UCR padece hoy el desprestigio de toda la clase política, nadie quiere hacerse cargo del partido, sus precandidatos presidenciales apenas alcanzan el 3 por ciento de apoyo y hasta su filial universitaria perdió el control de la UBA


En el caluroso mediodía del último 11 de diciembre, cuatro días antes de la elección interna del radicalismo, un conocido dirigente radical de la Capital pronosticó ante esta cronista que, aunque el resultado era impredecible, probablemente ocurrirían dos cosas: los contendientes anunciarían una concurrencia nacional de 500.000 votantes, y en el Chaco, Misiones y Formosa "van a volcar urnas a lo loco".
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A las 20 del domingo siguiente, Rodolfo Terragno, uno de los dos precandidatos presidenciales en disputa, denunció en conferencia de prensa que tenía "indicios de un serio fraude" en el Chaco porque la cifra preliminar de votantes era de entre "80 y 90 mil", cuando en toda la provincia de Buenos Aires habían votado 127 mil. La proporción, argumentó, era imposible: el Chaco tiene el 5 por ciento de los habitantes de la provincia de Buenos Aires.
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En los días siguientes, Terragno agregó Formosa a su denuncia. De Misiones nadie dijo una palabra; salvo por eso, el pronóstico del dirigente porteño se cumplió al pie de la letra.
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La cronista volvió a él con ansiedad. ¿Cómo había sabido lo que iba a ocurrir? "Olfato", respondió, tocándose la punta de la nariz. En todas las elecciones internas del partido, explicó, se "inflan" los números finales y existe un porcentaje de fraude. "Es parte de la picaresca radical, que es al partido lo que el machismo a la sociedad argentina", apuntó. Lo habitual es que la noche de la elección los rivales se pongan de acuerdo en las cifras por divulgar y el asunto tenga una solución "política".
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Otros dirigentes radicales relevantes confirmaron la información. Uno de ellos apuntó que es muy común el "inflado" de cifras porque conviene a todas las partes ("eso es simulación, no fraude", dijo), pero no así la falsificación lisa y llana de los resultados que violenta la voluntad de los votantes y da el triunfo al perdedor. Otro dirigente repitió un refrán acuñado hace tiempo por un puntero delarruista, que despierta sonrisas entre sus correligionarios: "Cuando no hay fiscales opositores, tengo la obligación moral de hacer fraude".
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La extrema falta de legitimidad social del radicalismo -producto, en lo inmediato, del fracaso del gobierno de Fernando de la Rúa y de la crisis de representación general-, que se traduce en la carencia de un liderazgo interno, llevó a que esta vez los viejos métodos terminaran en escándalo público.
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¿En qué desembocará? Para algunos, dará paso a una lenta renovación. Para otros, apura la extinción de un partido centenario, nacido como reacción al fraude conservador, que ha perdido su base social.
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La caída del gobierno delarruista fue doblemente dañina para el partido, que en sus 111 años nunca atravesó una crisis como la actual. Al fracaso de la gestión y a la desilusión popular sumó las acusaciones del propio De la Rúa de que un sector importante, liderado por Raúl Alfonsín,el último caudillo partidario, había complotado con los peronistas para derrocarlo.
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En los meses siguientes, aunque no debieron medirse en elecciones (la primera será el 27 de abril), el radicalismo sufrió severas bajas: su organización universitaria, Franja Morada, perdió su dominio sobre la Universidad de Buenos Aires; dos dirigentes surgidos de sus filas, Elisa Carrió y Ricardo López Murphy, fundaron sus propios partidos, crecieron en la opinión pública como alternativa de poder y aspiran a repartirse a los votantes radicales en lo inmediato, y el bloque de senadores nacionales se quebró por la decisión de Terragno de liderar un grupo independiente, lo que ocasionó la renuncia de Alfonsín a su banca. Finalmente, como consecuencia del fraude en las internas, renunciaron a la jefatura del partido su presidente, el chaqueño Angel Rozas, y su vicepresidente Juan Manuel Casella. Durante un par de días aciagos, la acefalía amenazó con continuarse por tiempo indefinido, ya que Pablo Verani, el siguiente en la línea de sucesión, alegó problemas de salud para no aceptar. Debió hacerlo cuando no tuvo más remedio.
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Tres visiones para perdurar
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La crisis dio origen a tres visiones internas sobre cómo sobrevivir en el corto plazo: Alfonsín imaginó para las próximas elecciones generales una alianza electoral con el peronismo liderado por Eduardo Duhalde; algunos jefes provinciales resolvieron que lo mejor era que, por primera vez en la historia, el radicalismo no compitiera con fórmula propia en las presidenciales para así preservarse en los comicios locales, y otros apoyaron la decisión de Terragno de presentarse como candidato a presidente y competir con una fórmula propia para forzar una renovación de las viejas estructuras.
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Esas estructuras respondieron con la candidatura de Leopoldo Moreau, un dirigente que genera fuertes resistencias internas, no figura en ninguna encuesta de opinión pública conocida y carga con un fuerte desprestigio. Fue una reacción contra Terragno, a quien consideran un outsider ("Muchos decían que Moreau no iba a ir a ninguna parte porque genera resistencias partidarias enormes, pero, con inteligencia, él se dio cuenta de que a mí me odiaban más", observó Terragno a LA NACION).
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Alfonsín se plantó abiertamente en su contra: "Terragno no podrá nunca ser candidato del radicalismo", dijo en una entrevista periodística. Líderes provinciales como Ramón Mestre, en Córdoba, y Oscar Castillo, en Catamarca, dejaron a sus seguidores en "libertad de acción" para la interna. Muchos dirigentes de la primera línea decidieron no votar, hecho sin precedente en sus vidas.
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La elección interna debió haber sido, así, una lucha de las viejas estructuras contra la renovación, aunque Terragno no apostaba a romper la estructura sino a adueñarse de ella, según admitió a LA NACION: "Como no triunfó el `que se vayan todos´, el radicalismo va a ser indispensable para gobernar. La discusión es quién se queda con él. Hay dos sectores: uno es Alfonsín; el otro, nosotros".
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¿Qué es la estructura?: 656 intendentes, seis gobernadores, 22 senadores nacionales, 63 diputados nacionales, un par de miles de concejales y unos cuantos cientos de legisladores provinciales, además de un par de miles de "punteros" políticos.
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En lugar de eso, fue una lucha de "aparatos", porque Terragno, que no supera el 3 por ciento de intención de voto en las encuestas, no logró entusiasmar a los votantes independientes; es decir, no pudo liderar un movimiento social que le permitiera iniciar esa renovación.
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Fue la primera elección interna abierta de la historia del partido, pero transcurrió como una vieja contienda a puertas cerradas, incluso con menores porcentajes de participación real que elecciones internas del pasado.
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Moreau se asoció a jefes territoriales del norte del país, como Mario Losada, en Misiones, y Rozas, en el Chaco; Terragno se alió a viejos amigos de Moreau como Federico Storani y Casella, en la provincia de Buenos Aires, y Jesús Rodríguez, en la Capital Federal. Para el domingo de la interna, ambos podían exhibir control sobre algunos aparatos importantes.
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La falta de recursos impidió a uno y otro colocar fiscales en muchas de las casi 8000 mesas dispuestas en el país, garantía elemental para evitar el fraude. Pese a la convocatoria a los independientes, todos sabían que se trataría de una lucha de aparatos porque la contienda no despertaba interés puertas afuera. "No hubo ni para contratar una empresa informática. La interna se hizo al viejo estilo radical", dijo Moreau a LA NACION. La situación fue particularmente dramática en Formosa y el Chaco, según los terragnistas, donde no pudieron controlar casi nada. En el Chaco, votó el 14 por ciento del padrón general; en Formosa, más del 18 por ciento, cuando el promedio nacional fue del 2,5 por ciento.
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Tono de comedia
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El conflicto por los resultados se trasladó a la junta electoral y el asunto terminó en la Justicia. Lo que siguió después fue descripto a LA NACION por un funcionario judicial en tono de comedia: "Primero, Terragno dijo que había fraude en el Chaco y después dijo que había en Formosa; Moreau agregó San Juan y estuvo de acuerdo con rehacer la elección en el Chaco, pero para entonces Terragno se arrepintió de haber impugnado Chaco y dijo que con Formosa sola se conformaba. Entonces Moreau se negó a que no se rehiciera en el Chaco...".
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El fiscal Jorge Di Lello le dio el jueves último la razón a Moreau y recomendó que se realizaran elecciones en los tres distritos cuestionados. El juez federal Norberto Oyarbide convocó a las partes para mañana y antes del jueves tomará una decisión. Moreau confía en que le será favorable y sabe, como admiten tibiamente del lado de Terragno, que si es así se quedará con la candidatura.
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Puede ocurrir también, sospecha Terragno, que la "jerarquía" partidaria liderada por Alfonsín logre "empantanar" la definición de la candidatura para ir a la elección general sin candidato. Así, triunfaría la visión de apoyar al candidato de Duhalde, que por ahora es el santacruceño Néstor Kirchner. O puede pasar que Moreau renuncie a la candidatura y lo permita.
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Moreau deja abierta esa posibilidad al afirmar que "para cualquier acuerdo político, la condición previa es votar en las tres provincias. Una vez que se discuta la elección, con legitimación, yo estoy dispuesto a hablar de un acuerdo político", dijo. ¿Es decir que podría renunciar a su candidatura si la obtiene? -se le preguntó-. No sé. Se puede conversar de cualquier cosa. Pero antes de la legitimidad no hay posibilidad".
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Es muy posible, entonces, que la vieja estructura gane la pelea.
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Así parece creerlo Casella, que era vicepresidente del partido cuando estalló el escándalo y renunció a su puesto en consecuencia.
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"¿Para qué sirve esta estructura tal como está? Sólo para una negociación de corto plazo -dijo a LA NACION-. No exhibe solidez ni unidireccionalidad. Los intendentes, los legisladores, los gobernadores, no responden a un comando unificado. Para conseguirlo, tenés que darle de nuevo al radicalismo una base social. Sin penetración social, ¿para qué sirve? Los partidos políticos viven en la medida en que son necesarios. Si hay un espacio social, continúan. Si no, el espacio es insignificante".
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Por Graciela Mochkofsky



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