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Nadie habla del terrorismo de Bush - NOAM CHOMSKY (entrevista)

(16/10/04)


No es exagerado afirmar que Noam Chomsky es uno de los intelectuales más importantes del siglo XX. Ha sido referente principal de la lingüística, disciplina que apunta a entender quizá lo más básico y misterioso del ser humano: el lenguaje. Según el Arts and Humanities Citation Index, que recopila citas de más de siete mil fuentes, Chomsky figura entre los diez autores más citados del mundo, superado sólo por Aristóteles, la Biblia, Shakespeare, Marx, Lenin y Freud. Al mismo tiempo, Chomsky se ha destacado como uno de los activistas políticos más prolíficos de los Estados Unidos. En docenas de libros y cientos de artículos criticó ferozmente la política y la clase dirigente de su país. Si sus textos no fueran tan meticulosamente documentados se lo consideraría un paranoico. Según él, los medios de comunicación son una industria de relaciones públicas de la élite industrial y política, y la democracia estadounidense, una fantochada; declara también que desde hace años los Estados Unidos están en una fase pre-fascista comparable con la de la Alemania de los años 30.

Sus críticos lo consideran un demente. En un articulo publicado en septiembre en la revista conservadora The New Criterion ("Una Carrera Desgraciada") se lee: "Si no fuera por su prestigio en la comunidad académica, muchas de sus ideas obsesivas y disparatadas lo habrían descalificado de cualquier debate razonable". Pero es imposible permanecer neutral a las ideas políticas extremas de Chomsky. Hacerles caso implicaría dar vuelta el mundo de pies a cabeza, reconocer que la humanidad está al borde del abismo y que nos quedan minutos para evitar un final apocalíptico. ¿No es más cómodo ignorarlo? Su último libro, Hegemonía o Supervivencia: El dominio mundial de los Estados Unidos (Norma) identifica varias tendencias globales que amenazan a la humanidad: el plan imperial de los Estados Unidos, la militarización del espacio, la proliferación de armas nucleares y la catástrofe ecológica global en curso. "Hoy el peligro se volvió una amenaza contra la supervivencia humana", advierte el incansable profesor septuagenario.

Chomsky es accesible y distante a la vez. Accede diariamente a entrevistas y conferencias, pero mide su tiempo con rigor militar. Contestó a la requisitoria de Ñ—por correo electrónico— casi instantáneamente: "Por supuesto que conozco Clarín. Estaría encantado de hacer una entrevista. Pero no tengo un minuto hasta dentro de un mes". Luego, durante la charla telefónica, Chomsky responde a las cortesías preliminares con monosílabos (Fine, OK, Sure) para para aprovechar los viente minutos estrictamente pautados. Contesta paciente y ampliamente, con voz mesurada y clara, fría y seca.

- —Usted advierte sobre el peligro de la hegemonía estadounidense, pero ¿cómo oponerse a ella?

- —Después de las grandes manifestaciones mundiales contra la guerra, el The New York Times dijo que hay dos superpoderes mundiales: EE.UU. y la opinión publica mundial. Esto es: quizá cierto sector de EE.UU. entienda que sus ideas no son compartidas por todo el mundo y que habrá que hacer algo al respeto. La guerra contra el terrorismo se volvió un eufemismo nebuloso.

- —¿En qué sentido?

- —Hay que ser honestos para reconocer que hablamos sólo de una parte: del terrorismo que se perpetúa contra nosotros. ¿Que se dice del terrorismo masivo que nosotros y nuestros socios perpetramos? De eso no se habla. Frenar al terrorismo implica dejar de ser terrorista. Eso ya reduciría drásticamente al terrorismo.

- —¿Gore habría respondido en forma diversa a los ataques del 11 de septiembre?

- —Creo que habría sido distinto. El entorno de Bush ya estaba planificando una guerra contra Irak antes del 11 de septiembre: los ataques fueron un pretexto, pero no hay pruebas de que Gore tuviera un plan semejante. Yo habría esperado una reacción más acorde al crimen terrorista. La respuesta de Bush aumentó el terror, pero daba lo mismo porque lo que les interesaba era otra cosa: controlar el petróleo en Medio Oriente, por ejemplo. El terror del que hoy se habla es serio, pero se trata de una porción menor. Los terroristas se consideran parte de una vanguardia y tratan de sumar gente a su causa. Hasta existe cierta simpatía, comprensión y apoyo, o al menos un reconocimiento de que representan algo. ¿Cómo responder a esto? Los actos criminales deben resolverse con medidas policiales, tribunales internacionales y juicios justos, sin tortura.

- —¿Cómo evalúa el apoyo de ciertos sectores al terrorismo?

- —Tenemos dos opciones. Podemos ayudar a los terroristas a movilizar y reclutar gente; es lo que está logrando EE.UU., aumentando la amenaza de terror a través de sus acciones que fomentan rabia y miedo. (La invasión a Irak es el mejor ejemplo: Washington supo de antemano por sus servicios de inteligencia que la invasión aumentaría el terrorismo y de hecho lo hizo.) La otra forma es atender a los reclamos de quienes sufren. Algunos pueden odiar a los terroristas y a la vez reconocer que hay algo de justicia en su causa. Habría que ocuparse de ellos.

- —Distingue entre guerra de anticipación y guerra preventiva y dice que la segunda es un crimen de guerra. ¿George W. Bush es un criminal de guerra?

- —Esto es transparente. En ciertas circunstancias, la guerra de anticipación (se inicia cuando a uno lo atacan) es una medida aceptable en los marcos generales de la ley internacional. La guerra preventiva es agresión pura y nada más; de hecho es lo que en Nüremberg se describió como supremo crimen internacional. Al iniciar una guerra, todo el mundo dice que es preventiva, hasta Hitler. En Nüremberg se aclaró también que toda consecuencia de la agresión es responsabilidad del agresor. Si la agresión crea hambre o terror, es culpa del agresor, porque cometió el crimen supremo, fuente de todo los demás. Entonces, sí es un criminal de guerra.

- —¿Cambió su visión emotiva de los atentados del 2001 a hoy?

- —No mucho. Fue un acto terrible y sus responsables son grandes criminales. Los que estuvieron en la planificación y siguen en libertad tendrían que ser capturados y llevados a la justicia.

- —¿Con Kerry cambiarían las relaciones de EE.UU. con Latinoamérica?

- —No mucho. Mientras Latinoamérica se mantenga relativamente callada y bajo control, mientras sus mercados y recursos estén abiertos a la penetración de corporaciones estadounidenses, todo seguirá igual. Pero hay mucha preocupación por Latinoamérica en Washington. La región que va de Venezuela a la Argentina está bastante sacudida. EE.UU. intentó derrocar al gobierno venezolano con un golpe y ahora intenta perjudicarlo por otros medios. Toda la región andina está en ebullición. La Argentina se mueve hacia cierta independencia de las órdenes del FMI, y allí los movimientos populares —como la toma de fábricas— son significativos.

- —¿Algún hecho reciente en la región le llamó la atención?

- —Brasil tuvo una elección de verdad, no como la que se está gestando acá. Aquí la opción es entre dos hombres nacidos en la riqueza y el poder político, alumnos de la misma universidad de elite, miembros de la misma sociedad secreta, adiestrados en las formas de la oligarquía y apoyados por los mismos intereses privados. Pero en Brasil se eligió a una persona con trayectoria sindical, sin estudios universitarios, con un gran movimiento popular detrás. Eso es democracia. Y a EE.UU. estas cosas le preocupan porque suelen ser contagiosas.

- —¿Qué papel jugará entonces EE.UU. en el futuro próximo?

- —Estados Unidos tiene fuerzas y bases militares en toda Latinoamérica, especialmente en la zona andina. A largo plazo espera que Canadá y Latinoamérica sean importantes fuentes de abastecimiento petrolero. Canadá tiene recursos formidables, pero por el Nafta no puede utilizarlos: tiene que cedérselos a EE.UU., que ahora quiere llegar a un acuerdo similar de libre comercio con Latinoamérica. Si la región lograra integrarse y trabajar unida en vez de seguir conectada individualmente al poder imperial podría convertirse en una fuerza internacional. Los últimos veinte años fueron un desastre sin precedentes para la región: las reformas neoliberales la demolieron pero así y todo tiene enormes posibilidades. Debe sustraerse al sistema de dominación. Si lo logra, EE.UU. se volverá muy hostil, como en Venezuela, y como ocurrió históricamente. Después de todo, fue la administración Kennedy la que armó el golpe en Brasil, que desestabilizó a toda la región.

- — ¿Es posible informarse de lo que pasa por la prensa?

- —Claro. Yo leo todos los diarios nacionales, alguno de los buenos diarios locales y fuentes alternativas, como la prensa extranjera. Hay muchas fuentes y si te tomás el trabajo hay cantidad de información en Internet. Pero no se puede sólo mirar los títulos: hay que comparar lo que se dice hoy con las mentiras de ayer; fijarse en las cosas nimias y hacerse un esbozo de lo que realmente ocurre. Es posible hacerlo.

- —¿Le frustra que sus criticas no hayan penetrado el centro del discurso en EE.UU.?

- —Al hablar del centro tenés que tener en cuenta que el centro está muy lejos de la población. Entre la población es complicado: hay gente que apoya la guerra porque tiene miedo. Esa gente literalmente le cree a Bush cuando dice que Irak nos atacó el 11 de septiembre. Pero la preocupación por estos temas está hoy mucho más difundida. Es cuestión de organizar cómo educar a la gente. No hay razones para frustrarse; hay que trabajar más y muchos lo están haciendo; no soy el único. Antes no existía un Foro Social Mundial o foros regionales. Pero ser subjetivamente optimistas o pesimistas no cambia nada. Hay que trabajar.

- —¿Como conviven sus tareas de lingüista y de activista político?

- —Bueno, estoy muy activo en ambas cosas y el tiempo es finito, entonces lo que hacés en uno te quita tiempo en el otro. Si el mundo simplemente desapareciera estaría contentísimo de trabajar sólo sobre problemas que son desafíos intelectuales y que nos enseñan sobre la naturaleza humana. Pero el mundo no desaparece y los temas políticos son mucho más urgentes. De ello depende la supervivencia humana.



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